Construyendo una identidad.
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Ahora para mi tiene que ver en que forma vamos enfrentar esta vida, como enseñaremos a nuestros hijos a vivir con el ser hemofílico, para mi la naturalidad lleva consigo una mejor aceptación, el no tener cambios drásticos de felicidad a tristeza por aceptar este desafió como padres cariñosos, la fuerza de la familia y el amor es lo principal, solo pensemos que seria de nosotros sin una familia, sin amor de una madre, coloquémonos en la vida del niño y pensemos cuan difícil es estar sólo en un hospital y cuanto menos duele con la compañía de nuestros padres, entender como parte de una rutina el colocar un factor, como lo es alimentarse para vivir, como lo es dormir para vivir, con naturalidad, otro factor primordial es involucrar al niño en su auto cuidado, el siempre es el que debe reaccionar ante peligro, el es quien debe aprender a decidir lo que le conviene y lo que no le conviene, ya que si no estamos presente él podrá tomar la decisiones y sus consecuencias, cuando son pequeños ellos no comprenden mucho lo que significa su enfermedad, muchos esconden sus hematomas para no ser pinchados por que analizan de este modo su vida, pasaran por varios procesos naturales en un niño para comprender los procesos veremos lo que es construcción de la identidad:
No cabe duda de la importancia que tiene para el ser humano la autoconstrucción de su identidad, permitiendo un “ser” y “estar” en la existencia. Entendemos la identidad como un elemento clave de la realidad subjetiva cuyo proceso de autoconstrucción se realiza en relación con el otro, en el intercambio, en la interacción y en la comunicación. Es posible presumir, de acuerdo a las escasas investigaciones, que en la persona, las circunstancias y factores involucrados en este proceso dinámico, serían distintos y variados.
La identidad constituye un elemento sustancial de la subjetividad, de nuestra intimidad; a la vez, se forma a través de los procesos sociales. Estos procesos sociales involucrados en la formación y mantenimiento de la identidad son determinados por la estructura social. Una vez cristalizada la identidad, es también mantenida o modificada por las relaciones sociales. Las identidades son producidas por el interjuego entre el organismo (conciencia individual y reflexión) y la estructura social, reaccionando sobre esta última, ya sea manteniéndola, modificándola o reformándola. Existe consenso respecto a que el proceso de construcción de identidad es un fenómeno dinámico, activo, fluctuante, abierto, sujeto a permanente transformación y cambio, en función de las interacciones sociales, de las identificaciones con las cambiantes interpelaciones y representaciones sociales que se dan en nuestro entorno. Las personas se relacionan con las cosas, y con ellos mismos según los significados que manejan para ello y que surgen en la interacción social, significados que se van modificando en virtud de las interpretaciones que el sujeto vaya haciendo de ellos. Por lo tanto, la identidad es un proceso Intersubjetivo que se da en tres niveles, lo individual, grupal y cultural, los que separamos artificialmente para objeto de análisis, ya que se influyen mutuamente. Existe consenso en que el proceso de construcción de identidad implica cierta permanencia en el tiempo, un sentido de continuidad a través de nuestras vidas (sabemos que somos los mismos, también distintos de lo que fuimos). A la vez, es un fenómeno dinámico, activo, fluctuante, abierto, sujeto a permanente transformación y cambio, en función de las relaciones con otros, de las identificaciones con cualidades de personas, representaciones, interpelaciones, normas, valores, ideas que circulan en el medio en el cual nos desarrollamos, las que internalizamos y hacemos nuestras. Por lo tanto, la subjetividad se da en la intersubjetividad. El sí mismo, los otros y el medio social se influyen mutuamente en forma constante. Los seres humanos compartimos una forma especial de “ser” que nos diferencia de otros seres y fenómenos; pero cada ser humano existe de una manera singular, única e irrepetible. La identidad es cambiante, ya que las identificaciones provocan cambio y evolución en la persona. El proceso subyacente a la construcción de la identidad es la identificación. Se entenderá por identificación aquel proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila, internaliza (la mayor parte de las veces, de manera inconsciente) un aspecto, una propiedad, un atributo de otro, creencias, ideas, valores del medio social, más comúnmente de su entorno más cercano; se reconoce en ellos, y se transforma sobre el modelo de esto, incorporándolos a sí mismo. La identidad, por lo tanto, se va haciendo múltiple, formada por múltiples polos de identidad (de raza, género, clase, ocupación, nacionalidad) articulados en torno a uno o más puntos nodales o eje articulador del sistema, que de por sí es móvil, según las circunstancias internas y externas, y que condensan los otros polos de identidad. Esto permite que el sujeto se viva como unidad. La identificación y socialización, están relacionadas. La socialización primaria se da en la infancia; es fundamental para la construcción de la identidad, de la subjetividad y constituye el primer puente entre el niño y la sociedad; la secundaria es cualquier proceso posterior que induce al sujeto ya socializado por su familia, a insertarse en nuevos sectores del mundo social más amplio. El sujeto nace dentro de una estructura ya dada, fija: la familia, en la cual se encuentran seres significativos (padres, hermanos, abuelos), que tienen un gran peso afectivo, los que lo introducen al mundo, seleccionando y transmitiendo ideas, valores, emociones, etc., de acuerdo a su propia forma de ser, a sus experiencias de vida, a las representaciones y expectativas que poseen respecto a ellos mismos y a ese niño que se está incorporando al seno familiar. La identificación con ellos es natural y perdura a lo largo del tiempo.
No cabe duda de la importancia que tiene para el ser humano la autoconstrucción de su identidad, permitiendo un “ser” y “estar” en la existencia. Entendemos la identidad como un elemento clave de la realidad subjetiva cuyo proceso de autoconstrucción se realiza en relación con el otro, en el intercambio, en la interacción y en la comunicación. Es posible presumir, de acuerdo a las escasas investigaciones, que en la persona, las circunstancias y factores involucrados en este proceso dinámico, serían distintos y variados.
La identidad constituye un elemento sustancial de la subjetividad, de nuestra intimidad; a la vez, se forma a través de los procesos sociales. Estos procesos sociales involucrados en la formación y mantenimiento de la identidad son determinados por la estructura social. Una vez cristalizada la identidad, es también mantenida o modificada por las relaciones sociales. Las identidades son producidas por el interjuego entre el organismo (conciencia individual y reflexión) y la estructura social, reaccionando sobre esta última, ya sea manteniéndola, modificándola o reformándola. Existe consenso respecto a que el proceso de construcción de identidad es un fenómeno dinámico, activo, fluctuante, abierto, sujeto a permanente transformación y cambio, en función de las interacciones sociales, de las identificaciones con las cambiantes interpelaciones y representaciones sociales que se dan en nuestro entorno. Las personas se relacionan con las cosas, y con ellos mismos según los significados que manejan para ello y que surgen en la interacción social, significados que se van modificando en virtud de las interpretaciones que el sujeto vaya haciendo de ellos. Por lo tanto, la identidad es un proceso Intersubjetivo que se da en tres niveles, lo individual, grupal y cultural, los que separamos artificialmente para objeto de análisis, ya que se influyen mutuamente. Existe consenso en que el proceso de construcción de identidad implica cierta permanencia en el tiempo, un sentido de continuidad a través de nuestras vidas (sabemos que somos los mismos, también distintos de lo que fuimos). A la vez, es un fenómeno dinámico, activo, fluctuante, abierto, sujeto a permanente transformación y cambio, en función de las relaciones con otros, de las identificaciones con cualidades de personas, representaciones, interpelaciones, normas, valores, ideas que circulan en el medio en el cual nos desarrollamos, las que internalizamos y hacemos nuestras. Por lo tanto, la subjetividad se da en la intersubjetividad. El sí mismo, los otros y el medio social se influyen mutuamente en forma constante. Los seres humanos compartimos una forma especial de “ser” que nos diferencia de otros seres y fenómenos; pero cada ser humano existe de una manera singular, única e irrepetible. La identidad es cambiante, ya que las identificaciones provocan cambio y evolución en la persona. El proceso subyacente a la construcción de la identidad es la identificación. Se entenderá por identificación aquel proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila, internaliza (la mayor parte de las veces, de manera inconsciente) un aspecto, una propiedad, un atributo de otro, creencias, ideas, valores del medio social, más comúnmente de su entorno más cercano; se reconoce en ellos, y se transforma sobre el modelo de esto, incorporándolos a sí mismo. La identidad, por lo tanto, se va haciendo múltiple, formada por múltiples polos de identidad (de raza, género, clase, ocupación, nacionalidad) articulados en torno a uno o más puntos nodales o eje articulador del sistema, que de por sí es móvil, según las circunstancias internas y externas, y que condensan los otros polos de identidad. Esto permite que el sujeto se viva como unidad. La identificación y socialización, están relacionadas. La socialización primaria se da en la infancia; es fundamental para la construcción de la identidad, de la subjetividad y constituye el primer puente entre el niño y la sociedad; la secundaria es cualquier proceso posterior que induce al sujeto ya socializado por su familia, a insertarse en nuevos sectores del mundo social más amplio. El sujeto nace dentro de una estructura ya dada, fija: la familia, en la cual se encuentran seres significativos (padres, hermanos, abuelos), que tienen un gran peso afectivo, los que lo introducen al mundo, seleccionando y transmitiendo ideas, valores, emociones, etc., de acuerdo a su propia forma de ser, a sus experiencias de vida, a las representaciones y expectativas que poseen respecto a ellos mismos y a ese niño que se está incorporando al seno familiar. La identificación con ellos es natural y perdura a lo largo del tiempo.
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